CÓMO

Con oración y oblación

 

Las palabras de Jesucristo en su Oración sacerdotal son vida de nuestra vida:
«Padre, por ellos ruego y por ellos me inmolo, para que sean santificados en la verdad. Pero no ruego sólo por ellos, sino por cuantos crean por la palabra de ellos, para que todos sean uno.» (Jn 17)
 
La ORACIÓN es la constante ocupación de la oblata, ya sea con la alabanza a Dios por la liturgia, ya en el silencio de la oración mental, ya en medio de los trabajos de la vida cotidiana.

En la oración la Oblata participa de la oración de Cristo: En la oración litúrgica es Cristo en su sacrificio sacerdotal y en su eterna alabanza al Padre. En la oración privada es Cristo en su «rogo» íntimo, en el silencio y la soledad, y en la oración-vida es Cristo en su constante sumisión a la Voluntad del Padre.

 
EL ESPÍRITU DE OBLACIÓN es el distintivo de la Congregación.
La oblata se ofrece por Cristo con Él y en Él, que se ofreció a sí mismo para que ellos, sus discípulos, sean santificados en la verdad. Y no sólo por ellos, sino también por aquellos que han de creer por medio de su palabra, esto es, la  Iglesia, a la que amó y se entregó por ella.

Por esta oblación entregamos todo nuestro ser y vida a la voluntad del Padre celestial para vivir en continua inmolación de amor, mediante el fiel y constante cumplimiento de esa voluntad divina a la que nos abandonamos con total olvido de nosotras mismas. Constituciones. 85